Aunque lo importante al probar cualquier vino es que nos guste, te vamos a proponer valorarlo de modo profesional. ¿Has hecho alguna vez una cata de vino? Aprender a realizarla, mejorará la forma en la que aprecias el vino y te permitirá establecer con él una conexión más profunda, comprendiendo su esencia, origen y valor.
La enología es un mundo apasionante y complejo, que requiere de un profundo conocimiento del vino, por lo que lo ideal es comenzar con catas guiadas. Puedes hacerlo visitando la bodega y cabañas Enoturismo María Manuela, donde podrás vivir una auténtica experiencia de disfrute del vino, desde el campo a la mesa. No obstante, vamos a compartir aquí algunas sencillas indicaciones para que también puedas degustar cualquier vino con más profundidad y adentrarte en esta apasionante cultura.
La cata de un vino es toda una experiencia sensorial. Apreciar cualquier caldo requiere identificar aromas, analizar sabores, textura y características generales, por lo que, además de gusto y olfato, involucra la vista.
Información previa y preparación
Antes de enfrentarse a una cata de vino debes tener en cuenta que los expertos catadores atesoran un gran conocimiento. Por eso, si se carece de este bagaje, es fundamental que te prepares, por ejemplo, indagando sobre la bodega, sus caldos y la región de procedencia.
También es importante evitar ingerir sabores fuertes antes de una cata, ya que podrían dominar en las papilas gustativas y alterar la experiencia. Lo mejor es un aperitivo frutal e hidratante. También debes evitar el café o el tabaco e incluso olores fuertes de colonias o perfumes, que pueden dificultar la apreciación de los aromas del vino.
Comenzamos con la vista
Para interpretar correctamente un vino desde el punto de vista visual, hay que agarrar la copa por el pie para no calentarlo con la mano, lo que podría afectar, además de a la temperatura ideal de degustación, a los aromas.
El primer paso en una cata de vino es observar el color y la claridad del caldo. En esta fase, los catadores profesionales forman ya sus expectativas acerca de la prueba que van a realizar. Solo con la observación obtienen pistas sobre la edad, variedades de uva, técnicas de elaboración o sabores potenciales del vino.
El tono e intensidad te ayudarán a conectar con el carácter del vino en cuestión, ya sea blanco, tinto o rosado. La claridad, refleja su pureza y calidad. Por el contrario, los sedimentos y la turbidez pueden indicar un envejecimiento del vino o que el filtrado no ha sido óptimo. No obstante, hay que tener en cuenta también que hay vinos que se precian de esta cualidad. Los llamados vinos turbios proceden de bodegas que optan por prescindir del proceso de filtrado para evitar que se pierdan algunas propiedades naturales. En el caso de Galicia, el vino turbio también se asocia a la elaboración artesanal para consumo doméstico en vinos como los Ribeiro de cultivo familiar, de alta acidez, frescura y sabor suave.
Agitamos la copa
¿Te has preguntado alguna vez por qué los catadores profesionales agitan la copa antes de probar el vino? El motivo fundamental es su oxigenación. Sin embargo, este movimiento circular también hace que se queden adheridas al vidrio de la copa pequeñas gotas del vino. Se conocen como lágrimas por su movimiento descendente en el recipiente y también esconden mucha información, por ejemplo, acerca de la viscosidad o contenido en alcohol del vino. Aquellos con lágrimas de movimiento lento suele tener más contenido en alcohol y, posiblemente, glicerol, compuesto de propiedades aromáticas, que contribuye a la calidad, dulzor y cuerpo del vino, de los que hablaremos más adelante. Además, el glicerol afecta a su textura y a la sensación en boca.
Por otra parte, la fase de agitación en la cata de vino permite comprobar el cuerpo.
Seguimos con el olfato
Al agitar un caldo antes de probarlo, este queda expuesto a una mayor superficie de aire, de modo que los compuestos aromáticos volátiles se evaporan y concentran en el espacio de la copa. Este proceso contribuye a su oxigenación e intensifica los aromas, mejorando la experiencia olfativa y de cata. Un aroma que es inevitable reconocer es el de la uva, pero, en los vinos afrutados, pueden percibirse otros olores a fruta.
Los diversos aromas que muestra un vino derivan de sus procesos de crianza y fermentación. Conforman el llamado bouquet de un vino.
Por otra parte, el agitado es especialmente beneficioso en el caso de los vinos tintos, por su contenido en taninos. Pueden interactuar con el oxígeno, por lo que mover este tipo de caldos los suaviza y los hace más accesibles al paladar.
Los taninos son compuestos que se encuentran en la piel, semillas y tallos de las uvas. Proporcionan una sensación de sequedad en boca, a veces incluso astringencia, pero marcan la personalidad del caldo.
Y saboreamos en boca
En paladar
La degustación es un ritual de la cata de vino que se compone de varios pasos. Primero, se toma un pequeño sorbo y se mantiene en boca para notar la primera impresión en paladar. Es importante para observar su estructura y su sabor: ¿es dulce o seco?
Un vino se describe como seco si tiene poco o ningún azúcar residual, es decir, no deja sabor dulce. Los vinos secos se complementan mejor con el maridaje porque permiten aflorar los sabores naturales.
Como hemos indicados anteriormente, aquí también se aprecia la presencia de taninos y se idéntica el nivel de acidez. Entendemos como tal la sensación refrescante y vivaz que se siente en la lengua al probar el vino. Además, la acidez es otro aspecto importante para establecer maridajes. Los vinos con mayor acidez suelen combinar bien con comidas.
En este primer sorbo también se puede valorar la frescura y cuerpo del vino, es decir, su peso y textura en boca. Normalmente, los vinos se clasifican como de cuerpo ligero, medio cuerpo o con cuerpo, terminología que describe esa sensación en paladar.
Por último, hay que analizar los sabores. Se pueden apreciar notas de cata como frutas, hierbas, especias o terrosos. Estos matices tienen procedencias diversas. Por ejemplo, el vino envejecido en barricas de roble puede desarrollar sabores a vainilla o tostado de la madera. Asimismo, el roble es un elemento que contribuye a dar complejidad al caldo.
Otro término interesante para valorar los matices del vino es el de terroir. Este vocablo de origen francés hace referencia a la tierra en la que se produce el vino. El suelo, el clima, y la topografía de un viñedo influyen en la personalidad de los vinos, por lo que, en esencia, el terroir hace referencia a su origen.
Primer sorbo
Al tragar el vino, hay que prestar atención al retrogusto o final. En este sentido, podemos observar cuánto tiempo permanecen en boca sus sabores. Los vinos con un final más largo demuestran una mayor calidad y complejidad de sabor.
Tras una pausa para reflexionar sobre la primera impresión del vino, es el momento de apreciar otras consideraciones, como el equilibrio, es decir, la armonía del conjunto de los aspectos ya valorados: dulzor, acidez, taninos, alcohol. En este sentido, definimos un vino como redondo cuando nos encontramos con un caldo bien criado y armonioso.
Por otra parte, el equilibrio es uno de los elementos que permiten clasificar un vino como elegante. En este caso, destacaría por su carácter suave y armonioso, y por su delicadeza. Este último aspecto nos indica que no abruma los sentidos. Se percibe el refinamiento.
Para analizar la complejidad, además de las cuestiones referidas anteriormente, hay que observar las capas de aromas y sabores que ofrece. Cuanto más complejo es un vino, más matices y variedad ofrecerá en cata.
Igualmente, en el mundo del vino, existen muchas valoraciones subjetivas. Así, decimos que un vino tiene carácter cuando lo encontramos peculiar en alguno de los aspectos anteriores. Es una descripción que se aplica a caldos diferentes, que destacan por su autenticidad, características únicas y sensación de estar ante algo especial.
Tras estos tres pasos, además del carácter, podemos definir un vino como afrutado, en referencia a su agradable olor a fruta. Lo calificaremos como plano si posee unos valores organolépticos bajos, con escasa carga aromática o degustativa. Suele deberse a un filtrado demasiado intenso que neutraliza el sabor, dejándolo sin atributos. Por ello, es un valor negativo.
En el caso de los denominados vinos limpios observamos caldos que, en fase de vista, por la carencia de partículas volátiles, son brillantes y un poco opacos. Un vino también puede ser limpio cuando, en boca carece de sabores extraños que empañen los matices principales.
Los vinos varietales se elaboran con una única variedad de uva, caso de nuestro vino María Manuela. Esto hace que durante la cata ofrezca los aromas y matices propios de la variedad, en este caso, la uva albariña, pequeña, de compactación media, y acidez y duración elevadas.
Un ejercicio práctico: primera cata de vino
Te invitamos a probar tus nuevos conocimientos con nuestro vino blanco D. O. Rías Baixas María Manuela, que elaboramos con uva albariña. Para comenzar esta cata de vino, te presentamos la ficha técnica y esencia de nuestro caldo. María Manuela Albariño es un vino que busca expresar las peculiaridades de la propiedad. Transmitir los diferentes suelos y el año climático a través de una botella.
FICHA TÉCNICA
TIPO: Vino Blanco
REGIÓN: Rías Baixas, subzona Ribeira do Ulla (España)
UVA: 100% Albariño
PRODUCTOR: Enoturismo María Manuela
ALÉRGENOS: Contiene sulfitos
GRADUACIÓN: 13,5
En la fase de vista, observarás un vino de tonalidades doradas, destellos brillantes y lágrima abundante. Es un vino que elaboramos en acero inoxidable, con un período de crianza de siete meses.
En nariz, percibirás aromas cítricos y a frutas de hueso y notas anisadas . También observarás la complejidad, con aromas más profundos. ¿Los reconoces Estos aromas se atribuyen tanto a la crianza como al lugar de cultivo.
Su boca es rotunda, con una gran amplitud y un profundo final. Es un vino de acidez moderada, equilibrado, amplio y voluptuoso.